martes, 3 de marzo de 2015

Ernest Hemingway en tres cuentos contemporáneos



-Me atrevo a decir que usted, querido lector, antes de que comience a leer este escrito sobre Ernest Hemingway, también debe leer: “Campamento Indio”, “La corta y feliz vida de Francis Macomber” y “Las nievesdel Kilimanjaro”, cuentos del mismo Hemingway que serán tratados para hablar de este canónico y sus narraciones de suma importancia para el cuento contemporáneo en sí.-


Se vuelve difícil hablar sobre uno de los mejores escritores del Cuento Contemporáneo luego de leer un final como el de Campamento Indio uno de los tantos cuentos de este escritor. Tal vez se desea con el alma que en este preciso instante el mismo Hemingway haga posesión de nuestro cuerpo y mente, y así, comience a hablar de alguien que conoce muy bien en cuanto vida y estilo, él mismo. Pero son demasiados deseos absurdos e imposibles, así que, no siendo más, se comenzará una aventura…

Algo se leyó; un poco, o mucho más bien de Ernest Hemingway… “Ernest Hemingway nos deja al borde de la crisis del relato, nos presenta sólo la punta de un iceberg y nos oculta su descomunal tamaño bajo el agua[1]”, esto se dijo sobre el análisis de “Gato bajo la lluvia”, y aún sin haber leído este cuento, la teoría del Iceberg con la que se conoce a Hemingway también fue comentada por Kipling quien dijo alguna vez que “los buenos cuentos son como los icebergs, sólo muestran una tercera parte de su real magnitud”, y Hemingway adoptó esto para darle forma a sus cuentos.

Se llega a esta teoría por el final de La corta y feliz vida de Francis Macomber en la que Hemingway plantea un misterio, que se considera uno debe resolver y aún completar en esa escena final, hay una profundidad en el hecho y deja con un sinsabor inmenso, cosa que también ocurre con Las nieves del Kilimanjaro, cuento en el que es lindo identificar el final con esa hermosa frase del principio, pero… ¿y qué? ¿ya? ¿se acabó? Pero bien lo dijo Gabo en “Todo cuento es un cuento chino” al hablar de Las mil y una noches,  “Más que el cuento mismo, alucinante por su sencillez, éste me interesa ahora porque plantea otro de los misterios del género: si la que presta el plomo no fuera una mujer sino otro hombre, el cuento perdería su encanto: no existiría. ¿Por qué? ¡Quién sabe! Un misterio más de un género misterioso por excelencia”[2].

Las Nieves del Kilimanjaro
De Hemingway es mucho lo que podemos decir, pero se rescata mucho la verosimilitud de sus cuentos y relatos, pues, al haber conocido un poco de su vida uno entiende que éste hombre procuró que sus cuentos reflejaran sus experiencias; encontrando la objetividad en lo leído como ejemplo Las nieves del Kilimanjaro y La corta y feliz vida de Francis Macomber que son historias inspiradas en territorios africanos, territorios por los que Ernest Hemingway caminó en distintos viajes que tuvo.

De este escritor uno encuentra riqueza en todo, desde los diálogos de los personajes que son muy recurrentes en cada narración y que como bien lo dijo Cabrera Infante “Hemingway es un artista que renovó la prosa moderna americana con sus diálogos sofisticados para conversar con primitivos, que son de una maestría todavía actual… Diálogos recurrentes que revelan a los conversantes”[3], y se está muy de acuerdo con esta última frase pues uno logra saber cómo es Nick Adams (el personaje casi que autobiográfico de Hemingway) y cómo es su padre el médico en Campamento Indio. También se debe destacar esa particular forma de describir a sus personajes, de forma directa, un poco subjetiva, y al parecer muy divertida e icónica, en ejemplo miremos cómo caracteriza a Francis Macomber:  

“Francis Macomber era muy alto, y salvo tal exceso, muy bien formado. Trigueño, con los cabellos cortos como un remero, tenía los labios más bien delgados. Se lo consideraba hermoso. Vestía ropas de safari de la misma clase que Wilson, pero las suyas eran nuevas. A los treinta y cinco años se conservaba en buen estado físico, era notable tenista, había logrado marcar varios records de pesca mayor y acababa de demostrar, de manera bastante pública, que era un cobarde”.

Hemingway fue exquisito al pensar en esta descripción física pues no sólo nos propone lo que el narrador ve si no, lo que varios veían en él.
En Las nieves del Kilimanjaro, Harry es desesperante, cortante cruel y muy racional en su agonía, por el contrario Helen quejándose de casi todo, lo ve como un hijo, además damos con la posición social de cada uno según sus diálogos.
(…) -Si hubiéramos contratado a un buen mecánico en lugar de un chófer kikuyu medio salvaje, habría revisado el tanque del combustible, y el cojinete del camión no se habría quemado.
-No es ése mi sentir.
-Si no hubieras dejado a tu gente, a tu execrable gente de Westbury, Saratoga y Palm Beach para unirte a mí…
-¡No es posible que digas eso! Me uní a ti porque te amaba. Es, pues, injusto que te expreses de esa manera. Te amo, y siempre te he amado. Dime, ¿he dejado de inspirarte amor?
-¿Qué dices? ¡Nunca te he querido!
Hemingway debido a los diálogos y a lo que ven nuestros personajes, nos permite saber todo por lo que han pasado, lo difícil de la situación y permite que conozcamos sobre una tribu del lugar. Sus descripciones de pajarracos, y hienas que los miran nos permiten además, hacer imagen del lugar en el que se encuentran, toda una sabana africana azotada por el sol ardiente.
Un Francis Macomber

Por último en sus cuentos y sabiendo que este es uno de los primeros, se encuentra Campamento Indio, con su personaje Nick Adams, (que en sus cuentos desarrolla las distintas etapas de la vida), Hemingway propició enfrentarlo desde la niñez a grandes realidades presentándole con rudeza los acontecimientos que rodean su historia. Es así como este pequeño pierde gran parte de su inocencia al presenciar  un parto y un suicidio separados apenas por cuestión de minutos.
Campamento Indio

Vemos entonces la intensidad que maneja este hombre, una intensidad que es parte de su voluntad en estos tres relatos, y como bien lo dijo Juan Bosch:
Esa voluntad de predominio del cuentista sobre sus personajes es lo que se traduce en tensión por tanto en intensidad. La intensidad de un cuento no es producto obligado, como ha dicho alguien, de su corta extensión; es el fruto de la voluntad sostenida con que el cuentista trabaja su obra. Probablemente es ahí donde se halla la causa de que el género sea tan difícil, pues el cuentista necesita ejercer sobre sí mismo una vigilancia constante, que no se logra sin disciplina mental y emocional; y eso no es fácil”[4].
De esta intensidad vista en cada narración entonces, se encuentra un tema que se hace muy evidente en los tres cuentos y es la comprensión de la muerte por parte de Hemingway encarándose y acercándose a ella de todas las maneras posibles, retomando a Juan Bosch…
“Él buscará aquello que su alma desea; motivos campesinos o de mar, episodios de hombres del pueblo o de niños, asuntos de amor o de trabajo. Una vez obtenido el material, escogerá el que más se avenga con su concepto general de la vida y con el tipo de cuento que se propone escribir”[5].

Se resaltó el “concepto general de la vida” pues en las diferentes emociones que se le presentaron frente a cada viaje, reconoció una lucha ritual del hombre frente a la naturaleza salvaje, reconoció el miedo y la lucha contra el miedo, el miedo a morir, a no saber qué enfrentar y cómo enfrentarlo, dejando entrever así sus miedos más internos y aquello que parecía obsesionarlo. Sus narraciones cuentan así con elementos imaginarios y que generalmente quieren hacerse pasar por verdaderos o basados en la verdad o lo cierto, o ligados en todo caso a un elemento de la realidad, o ficticios desarrollados en un tiempo y espacio determinados, narraciones épicas.

Hemingway hace uso de la cobardía y al mismo tiempo del coraje, sus personajes asustados de repente obtienen el valor necesario para continuar y es así como continúa la teoría del iceberg en la que lo elemental y fundamental a veces del relato debe permanecer sumergido, como por ejemplo la impotencia que presentan cierto personajes en momentos precisos del cuento. El médico y padre de Nick, que no sabe qué hacer o decir en cuanto el suicidio visto y presenciado por su hijo, Harry con una pierna gangrenada y con un diálogo interno de memorias y recuerdos pasados, y finalmente un Francis lleno de diálogos breves, secos y sencillos que terminan convirtiéndose en una fatalidad y tragedia.

La intensidad que en sí debe traer el cuento, con Hemingway se cumple a cabalidad. Tan propia del cuento y tan propia de él mismo, quien según cuentan; “tenía miedo a la vejez, era de un carácter depresivo que se iba agravando con el tiempo y sufría de un trastorno bipolar que le amenazaba cada tanto y del que no podían sacarlo ni los toros ni los vinos ni la pesca ni los libros. Vivía perdido en una suerte de gloria póstuma. Entró y salió de varios hospitales, batallando contra diversas dolencias, perseguido por la sombra de la enfermedad mental que había provocado el suicidio de su padre y de dos de sus hermanos”[6]. Alguna vez incluso escribió: “Si no puedo vivir como yo quiero, la existencia es imposible” Y a veces, las ansias de matarse eran tan desesperadas que el 2 de julio de 1961, se pegó un tiro con una escopeta. Entendiendo algunos que se había suicidado, otros tantos, que había sido un accidente de caza.

Finalmente, ya que la tensión en estos cuentos de Hemingway se siente de principio a fin, para Bosch:
“Saber comenzar un cuento es tan importante como saber terminarlo. El cuentista serio estudia y practica sin descanso la entrada del cuento. Es en la primera frase donde está el hechizo de un buen cuento; ella determina el ritmo y la tensión de la pieza”[7].

De esta manera se da con uno de los mejores representantes del cuento moderno, quien ve su inspiración en lo cotidiano, en experiencias vividas y lo memorable de las diferentes situaciones; un tanto pesimista con la vida enfrentando un conflicto interior que parece también querer resolver a través de sus personajes, como con Harry quien ama a su mujer, pero en su situación sólo puede insultarla. Éste busca hacer de sus recuerdos una realidad, pero no son más que delirios así como el final del cuento, abierto y expuesto a imaginar o dejar ahí.

Para Hemingway tal vez sólo hubo dos caminos: vida o muerte. Pero imaginando que tan sólo quería libertad, a lo mejor a esta hora, a pesar de todo, en algún lago, sentado en la popa de algún bote, mientras sus lectores reman, Hemingway también tenga la completa seguridad de que nunca va a morir...


LENGUA Y CULTURA
Ana María Martínez Henao – 000175255
Laura Martínez Álvarez -- 000172094




[2] ¿Todo cuento es un cuento chino? Gabriel García Márquez. Pág. 1
[3] Y va de cuentos. Guillermo Cabrera Infante. Pág. 20-21
[4] Apuntes sobre el arte de escribir cuentos. Juan Bosch. Pág. 2
[5] Ibíd. Pág. 4
[6] Las Nieves del Kilimanjaro. David Torres. Agitadoras revista cultural. ISSN 1989-4163. NUMERO 31 - MARZO 2012
[7] Apuntes sobre el arte de escribir cuentos. Juan Bosch. Pág. 3  

1 comentario:

  1. Muy bien argumentado la critica de la los escritos de hernes Hemingway y es muy importante el énfasis y el crédito que le dan al escritor ya que era uno de los mejores escritores del Cuento Contemporáneo haciendo notar con es que que hicieron una buena investigación sobre su vida y sus escritos.

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